Jordi Lahispaniola


Asistente de artistas... ahorita mismo descansando


Nuestro tiempo










         

nuestro tiempo no es un mar de gasolina donde naufraga la conciencia

no es un corrupto dando tumbos a través de los siglos
ni un diamante de luz cansada

nuestro tiempo no es la justicia con poliomielitis en los 100 metros dólar

no somos pucherito de sombras y pan duro
ni el anónimo que se hunde al fondo del mar

nuestro tiempo no es un sueño ni un deseo de seres extraordinarios


no es futuro ni pasado para unos pocos
ni viene para irse

Ave Tres Idiomas

golpea la puerta mi vecino para anunciarme la revolución animada se desbordan los tinteros en los campos de mariposas todos llevamos un castor que construye una presa en el río verde

Elías Deià, autoficción metida en mil charcos

            Elías dejó de escribir poesía, pero sigue soñándola. Ahora utiliza la memoria como novela que no se pone por escrito, aunque en ciertas ocasiones proclame: ¡Si yo la escribiera!




            De martes a viernes Elías es comerciante de tinta para impresoras, los fines de semana acomodador en una sala de jazz y por las noches traductor de inglés/griego. A partir del veinte o veintitrés de abril, ejercerá de productor por Ibiza. Todas las vidas o medias vidas o estas precisas vidas se parecen tanto a él, como tanto le gustan.





         Elías va reflejándose por los charcos, son refractarios, él me los cuenta y yo los escribo. La autoficción requiere de mucha charca, hay que llevar bien hundidos los zapatos en el barro. Al poeta no le basta con fingir, además hay que mojarse o desgastarse o desteñirse, pero mojándose bien, hasta la orejas, porque de oreja está hecho este oficio, el oficio de poeta.