A menudo el amor se vale de utopías: Elías aprovecha para levantar poemas, plantar jardines flotantes o lanzarse al mar con cadenas.
La palabra le engaña en el papel, su amor, como la ría, la lluvia, el semen o el llanto, es papel mojado.
El amor se le escapa un poco a su aire, como –según la leyenda– las estatuas de Dédalo huían nocturnamente si no se las ataba, los cisnes de Dalí escapaban por la playa o ciertos heterónimos le desaparecían a Pessoa.
El amor inventa muchas vidas y no todas acaban en ceniza. A Elías se le chamuscan los papeles, se le ahogan o se le hacen trizas y, aún afectado, siembra jardines, levanta cadenas y sube a las estrellas.