Jordi Lahispaniola


Asistente de artistas... ahorita mismo descansando


Melki Chichery

El sábado cené con Melki Chichery y sus amigos: estaban los periodistas gráficos de la Agencia EFE, aventureros de guerra, fotógrafos publicitarios y artísticos. Nos sirvieron un estupendo rabo de buey, hablamos de todo y bebimos bien, hasta bien entrada la madrugada.
Jacobo Plaza, retratista de la escena rock, nos contó la historia del fotógrafo Paul Guillaume, que carecía de leyenda dorada, pero que dicen fue íntimo de Modigliani, cuando todos sus amigos habían dado de lado al artista italiano, y que Paul fue el único comprador de su obra, y estuvo junto al pintor en sus últimos días, en aquel frío enero parisién de 1920, y que caminó tras su féretro hasta el cementerio de Père-Lachaise. No le viene de ahí su fama sino de haber colaborado con la luz de su cámara en la obra de su amigo Modigliani, que dicen se basó en sus fotografías para pintar sus “Retratos de Amigos” y sus “Desnudos con Sombrero”, y que Guillaume compartía con Modigliani la misma pose de artista bohemio, y que soñaba con ser artista, como su amigo, pero que él no lo consiguió. Las ciudades viejas  –añadía Jacobo–  están llenas de artistas o pájaros sin fama ni historia.

Elías Deià, poeta de piscina

                El miércoles me invitó Claudia a su piscina poética: acudirían amigas/os, nada de mariditos, la puesta de sol era la hora, además estaría Paloma, y podríamos tomarnos unas copas bajo estos calores de mayo sobre el ático del edificio, donde residió Rafael Alberti unos ciertos años, en la calle de María de Molina.              
                Llegué puntual, minutos antes de la luz crepuscular, desde el ático se subía a la piscina por unas escaleras, era una fiesta un tanto ibicenca, todos iban de lino blanco, collar largo y sandalias de esparto, y yo con reloj digital, botas y vaquero negro. Paloma estaba bellísima, como salida de una lámina de Alphonse Mucha, con la luna y las estrellas enredadas en la cabeza y su vestido largo de lino crudo y una cinta de plata a la cadera y sus hombros desnudos y su cara de divinidad griega. Uno quiere casarse de penalti, por lo civil o por la iglesia, pero casarse con una mujer así, en una fiesta ligera y blanca o bajo la penumbra de una capilla, y tomar a esa mujer por esposa y no soltarla.