Jordi Lahispaniola


Asistente de artistas... ahorita mismo descansando


Tengo cartas de amor enterradas debajo de la cama

                 Tengo enterradas cartas de amor debajo de la cama, en el trastero encontré cientos de miles, el maestro albañil me dice que no sirven para levantar un muro, estoy convencido al 100% que han ido acumulándose donde pululan ángeles y silenos.
               
               A veces las escribo en tres o cuatro metros de papel higiénico, cartas de un amor tan volátil   –sin ironía–  que se evapora delante de mis narices, cartas de amor escritas sobre el ala de una mosca. Guardo fósforos en cajas de zapatos, por si mañana me atrevo y las quemo todas, aunque sé que la mayoría con mantequilla o nata harían un buen puré.

              Utilizo un lápiz con forma de corbata y me pongo los calcetines de las Musas o las escondo entre mi biblioteca pornográfica, hace tiempo que algunas me las desayuno: las mojo en café amargo, dejo escurrir la tinta y me las fumo.  Mas de una fue escrita desde una ventana oscura, sólo de recordarlas se me ponen los pelos de punta.
                Ayer cambié las cortinas y cayeron cuatro o cinco, llevaban la historia de un amor bien estudiado frente al portátil, la bañera está llena de cartas empapadas, cartas bien lloradas, por los pasillos hay cartas vertidas con gotitas de sangre, algunas llevan como destinatario yo mismo.
    
            Si abro la nevera las encuentro compartiendo el frío con siete limones y media docena de claveles rojos, estas cartas de curso legal son como una moneda, más o menos falsa, con las que aplacar a Caronte y cruzar al otro lado de la Laguna Estigia.

                Los verdaderamente ridículos son los que nunca escriben cartas de amor, cartas sonámbulas con forma de nube, escritas en un viejo dialecto ibérico, llenas de palabras locas, blancas y desnudas. A mí me parece evidente que ciertos fantasmas quieran escapar a la noche y al apagón, por eso suben cartas de amor a blogs colgados, virtuales u olvidados.
                Apenas me quedan de ese amor místico, escritas sobre la luz de una espalda, cartas con versos hilados por una rueca de plata, cartas de amor desde el amable nido de soltero, con besos bien mojados, con cursos de amor por correspondencia y sin acuse de recibo.
                Yo sospecho, al verme rodeado por millones de cartas escritas a la misma mujer, que desde siempre estuvieron ahí,  por el  motivo que sea ellas me enterraron, estoy muerto bajo toneladas de cartas y tengo la boca llena de papel, pero me es imposible olvidarme de ella.