Durante el cuarto curso de Política, cuando yo tenía veintiún
años, mi profesor de Teoría y Sociedad me proporcionó un ejemplar de una
edición de El Capital donde sólo figuraban los temas
más científicos y tal vez más reveladores. Además, se habían suprimido
secciones desconectadas del hilo argumental del ensayo, casi por enteras
incluidas en el Tomo I y Tomo III de la obra de Karl Marx. La
edición la llevó a cabo El Viejo Topo, y
constaba de 200 libros numerados, editados en cartoné verjurado color tierra y
con papel satinado en el interior. La selección y la traducción estaba
realizada por Manuel Sacristán y se incluía una introducción
elaborada por él mismo.
He lamentado más
de una vez –por ejemplo, ahora– la pérdida de ese ejemplar –digamos que una
cuidada edición introductoria– que se titulaba: Teoría selecta de El
Capital en Londres.
Luego con los
años he visto algunas de esas selecciones de la obra de Marx más
o menos aceptables, antologías de El Capital o de la Crítica
de la economía política. Hace años circulan obras completas del escritor y doctor alemán,
con prólogos que el propio Marx hizo de su obra, y con
epílogos de Friedrich Engels o Walter Benjamin,
entre otros. Tengo un par de ediciones de poemas que K. M.
envió por carta a Johanna von Westphalen, se puede observar con detalle la
caligrafía del joven Marx vindicando la elegancia cosmopolita de la gentil Jenny.
Pero sigo
creyendo que aquél ejemplar que me facilitó mi profesor, Francisco Fernández Buey,
estaba expresamente orientado a incentivar el cálculo y la ciencia del
estudiante, iniciarlo en el sistema económico y científico social, a través de
las teorías más concretas del investigador alemán. He profundizado sobre la
ciencia económica y política y su innovación, la realidad y la tecnología más
practicable. Es cierto que me dedico al periodismo poético y a la inversión
industrial –mis amistades lo saben– y guardo más tiempo para lo segundo que
para verter poesía, pero aún lamento la pérdida de ese ejemplar grabado con el
número XXII al lomo y dedicado a Jordi Lahispaniola por Manuel
Sacristán en 1982 sitio México.
Dal't Villa, Ibiza |
La niña de provincias que se vino a vivir en un Chagall
Presté el libro un par de veces, a la tercera no
volvió. Creo que se lo ofrecí a la poeta Blanca Andreu,
aunque lo hablé con ella en cierta ocasión y recuerda que lo tuvo entre sus
libros cuando vivía en un Chagall o, tal vez, en la casa de
la ciudad vieja de A Coruña, donde antes vivió Rosalía
de Castro, pero asegura que se lo presté a Juan Carlos Mestre, y
que no sabe si él aún lo tiene.
El ser humano no
es lo suficientemente virtuoso para con la moral dar lugar a un mundo justo.
Además –añadía Manuel Sacristán en su estudio– hay que conquistar
el poder para hacer justicia. Marx, lo mismo que Jeremy
Bentham y John Stuart Mill, no mostraba ningún interés por
el Romanticismo ni el Nacionalismo, su interés fue siempre ser científico. Su
economía es un producto de la economía británica clásica, donde invierte el
foco de la fuerza impulsora. Los economistas clásicos, David Ricardo y Adam
Smith,
procuraron el bienestar del capitalista frente al terrateniente y el
asalariado. Marx, por el contrario, se lanzó a representar los intereses de los
desheredados.
Una noche
acompañé a Blanca a Villafranca del Bierzo. Estábamos convocados a la
presentación familiar, entre amigos, del poemario La bicicleta del panadero.
Atravesamos un jardín hecho de árboles frutales y plantas aromáticas, recuerdo
el aroma a jazmín intenso junto al umbral de piedra que accedía a la casa. Juan
Carlos salió a recibirnos, saludó a Blanca con
afecto y me susurró al oído: ya sé a lo que has venido, ¿has visto la puesta de
sol?
Pasamos al
interior, éramos un grupo selecto de amigos, donde estaban Jorge
Riechmann, Julio Llamazares u Óscar Fisterra,
editor de El Murciélago Ed. Brindamos con un vino color teja
por el poemario y su autor, y nos dejamos deslizar por este tobogán de
emociones subversivas, que es la lectura a viva voz de Juan Carlos Mestre: la
suya es una poesía sin orillas, un río de músicas libérrimas que nos conduce a
la revelación y nos induce a rebelión.
Tras la
lectura aproveché y recorrí los anaqueles de la vasta biblioteca que ocupa por
entero la planta baja de la casa, dedicada en gran parte a las ciencias
naturales: la geología, la biología y la astronomía. Me detuve junto a los
libros de economía y ahí encontré un ejemplar de la Teoría selecta de El
Capital en Londres. Tenía el número LVII al lomo. Lo abrí y estaba dedicado a Luisa
Isabel Álvarez de Toledo, la Duquesa roja.
La
influencia de la obra El Capital ha tenido un efecto/influencia
política de gran alcance e inmediata. La onda expansiva de su legado
intelectual sólo puede compararse al efecto de los textos de las grandes
religiones monoteístas. A Marx se le considera
habitualmente como el hombre que expuso el socialismo científico, y por el
creador de un movimiento de emancipación de las clases trabajadoras.
Juan
Carlos se acercó, examinó lento el libro, sonrió relajado y entonó muy
suave: ya me han dicho que andas buscando tu ejemplar, un ejemplar raro como
tú, y parecido a este, que una vez me prestó Blanca y yo
a su vez presté, creo recordar a Jorge. No hay, amigo,
ninguna versión definitiva sobre la noche, solo peces, camarones, lluvias y
relámpagos que caen desde la iluminación sobre la rareza del mundo.
Marx es
tan moderno, tan actual, como la penicilina, la radio, el arte abstracto o la
iluminación de las calles. Me parece –indicó Óscar Fisterra– que
existe buen material para escribir una novela, podrías arrancarte una historia
sobre la búsqueda de El Capital perdido, ¿qué te parece, Jordi?
El Retiro
En abril, por la Feria
del Libro de El Retiro, celebramos la presentación del poemario El común de los mortales, de Jorge
Riechmann. En la caseta que armó Tusquets estaban, también, Luís
García Montero y Pablo Iglesias. Yo compré, además del libro
presentado, Conversaciones entre alquimistas, ya lo tenía, pero lo
quería para regalar a un amigo, un poeta menor, de barrio o mejor de esquina,
llamado Elías Deià. Improbable la orquídea, pero no
imposible –reza el poema On Liberty, que Jorge
Riechmann señaló a propósito para Elías Deià.
Más tarde,
por el paseo de Venezuela y por la puerta Sainz
de Baranda, camino de la casa de Jorge, Luís García Montero me
subrayó: tienes una buena oportunidad para acercarte al libro, y aún volverás a
aproximarte más. Me dijo Óscar Fisterra que
andas escribiendo una historia sobre un ejemplar dedicado, ¿verdad? –Luis pronunció esa 'verdad' con un acento granadino intenso. Yo no había comenzado la historia, apenas tenía una vaga idea de lo que quería contar, pero no me atreví a negarlo, asentí y confirmé que estaba escribiendo. Ciertas veces yo mismo me comporto como aquellos poetas que se visten de poetas y van a las oficinas del silencio y un poco pierden la conciencia inventando un alma, tal cual desvela la poética de Completamente viernes.
Al atardecer, en
el piso elevado de techos altos de la calle Ibiza, se filtraba abril con su
luz de confitura y cobre. Los árboles pueden convertirse en muebles, pero los
muebles no pueden convertirse en árboles. –Recordé este verso de Jorge,
mientras veía el parque de El Retiro desde lo alto, más bien
el bosque, un bosque color melaza de bronce.
El poeta, el
alquimista, es tan viejo como las conversaciones mantenidas con la ardilla, la
trucha y el guijarro. Jorge, aplicado alquimista, amablemente me presentó su biblioteca: los
libros de poesía francesa y alemana, ediciones completas de René
Char o Friedrich
Hölderlin se situaban a lo largo del pasillo, habían sido movidos
recientemente, se notaba, cambiados por los de política y ecología, que ahora
ocupaban uno de los grandes salones. La biblioteca de yeso era extensísima,
recorría la extensa casa por todas sus estancias. Jorge se
detuvo en una sala dedicada a las matemáticas, pude encontrar libros de Isaac
Newton, Bertrand Russell y Jesús Mosterín,
junto a dos ejemplares de Teoría selecta de El Capital en
Londres, antología que Manuel Sacristán hizo
del matemático Karl Marx.
Uno de los
ejemplares, con el número LXII estaba dedicado a María
Zambrano, y el otro, con el número XIII, a Elías Deià, y
la dedicatoria decía: al poeta de piscina, por su comprometida lucha por el
trabajo digno. No vale la pena
vivir en un mundo donde no se puedan escribir himnos –fantaseó Jorge–
existen –continuó– otros ejemplares como estos y, tal vez, ese raro ejemplar
que se parece tanto a ti esté en la biblioteca de Pablo Iglesias o de
Óscar
Fisterra.
El nombre de Karl
Marx se
invoca asidua e incendiariamente, por sus partidarios lo mismo que por sus
detractores: o a favor de los derechos civiles los primeros, o como
justificación del rearme nuclear, pero también como enemigo a batir por toda
clase de oscuros proyectos reaccionarios. La verdad, es decir, la realidad y el
poder del pensamiento social o científico tienen que demostrarse en la
práctica. Discutir sobre la realidad o no de una idea aislada de la práctica es
una cuestión puramente escolástica. Los filósofos –juzgaba Marx– han
interpretado el mundo de diversos modos, pero la tarea real es alterarlo, ser
agentes del cambio social.
Vallecas y el 15M
La capital, Madrid,
desde el cerro del Tío Pío en Vallecas es
una imagen bien elevada, pueden verse las terrazas del Círculo de Bellas
Artes, el
ladrillo rojo del Palacio de la Prensa y las agujas de pizarra del Ministerio de Exteriores al
estilo Juan de Herrera. Creo recordar que Antonio
López
pintó desde ahí, o tal vez fuera María Moreno, su
esposa, de latiente pintura hiperrealista.
Pablo nos
invitó a una comida, para celebrar la publicación del ensayo Maquiavelo
frente a la gran pantalla. ¿Irías al cine con Maquiavelo?
Sin duda deberías hacerlo si no quieres creerte esa película tan repetida de
que la política es un asunto que solo compete a “los políticos”. Yo recordé
como Juan
de Mairena, heterónimo de Antonio Machado,
acudió a la memoria de Maquiavelo para hablar a sus alumnos sobre
la acción política.
Las normas
políticas, de ordenamiento civil, social o nacional –recogía El
Capital– no son contingencias naturales como las sequías, las
inundaciones o los terremotos. Las normas políticas y económicas tienen una
explicación racional, se pueden regular y se puede aplicar la innovación
práctica: mejorar las leyes a favor del progreso humano. La sociedad, el
ciudadano, el asalariado se dan cuenta de su realidad, su mundo, si forman
parte de un proceso de actuación, de cambio, de mejora.
La casa de Pablo
en Vallecas
estaba repleta de libros y deuvedés, películas francesas, italianas, españolas:
La
batalla de Argel, de Gillo Pontecorvo, Las invasiones bárbaras, de Denys
Arcand o El Verdugo, de Luís García Berlanga, entre muchas otras. La
biblioteca se extendía por toda la casa, incluidos el cuarto de baño, la cocina
y la pequeña terraza adjunta, una biblioteca metidita en cajas de cartón, con
una pegatina encima que indicaba el contenido: civil uno y dos, penal,
filosofía del derecho, jurisprudencia… La biblioteca estaba de mudanza. Esa
tarde lenta y comunal de Vallecas, el político Juan
Carlos Monedero insistía en que no le llamáramos así, él no era político sino
profesor de universidad, científico, colega. Tal vez la palabra político nos
comprometía a todos, pero la profesión política requiere de menos hígado y de
más photoshop. La hegemonía del poder es cierta veces una pasarela –indicó Iñigo
Errejón. El poeta Elías Deià, con el que hacía tiempo
que no coincidía, sonrió.
Pablo nos
habló del interés que tienen el cine y la televisión en la política actual, nos
dijo que una serie como Juego de Tronos presenta la lucha de clases y la
hegemonía del poder de una manera explícita y mucho más sencilla, que los
tratados de Maquiavelo o las cartas de Antonio
Gramsci. Juan Carlos subrayó que hasta que no haya una
serie de ficción que enganche a la gente, que se emita en prime-time, y que
desarrolle la Teoría del valor o la Teoría de la Plusvalía, la sociedad seguirá
pensando que la riqueza o la pobreza son el resultado del éxito social: uno es
pobre, un loser –deduce la gente– porque es malo en su trabajo, y uno es rico,
un triunfador –afirman otros– porque es bueno con el business.
Elías
Deià
llevaba tiempo sin escribir –silencio poético se comenta– tiempo ya sin
arrancar un leve poema, sin cantar en vulgar o de viva voz, sin visitar las
Musas, sin bañarse en las pozas cristalinas de un río. Esa tarde estaba
especialmente mudo, el poeta sólo escucha –los amigos lo saben, lo sabemos– hay
momentos donde el silencio activo y atento son también parte del coloquio.
Encontraste mi ejemplar dedicado –preguntó Elías– de Teoría
selecta de El Capital en Londres, ¿por qué no lo tomaste para ti,
aún andas buscando el tuyo? Todos callamos, Pablo, Iñigo
y Juan
Carlos mantuvieron su mirada lenta y detenida sobre la mía. Me resultó
extraño, Elías hacía tiempo que no hablaba, pero todos me miraron a mí. Lo que
sí tomé –dije– es el poemario Conversaciones entre
alquimistas, dedicado para ti, por Jorge Riechmann.
Si no me
engaño, Marx fue el primer filósofo que criticó la noción de verdad desde el
punto de vista activista. Es verdad si actúas, si alteras el orden establecido.
La materia para Marx no es la cosa totalmente deshumanizada de los atomistas.
La materia tiene que ver con la vida también. En este aspecto, el materialismo
de Marx, en
la práctica se convierte en económico.
Pablo,
amablemente, me condujo a un rincón de la casa. Se arrodilló frente a dos cajas
de cartón llenas de libros, en una la pegatina rezaba Francisco Fernández Buey, en
la otra Manuel Sacristán. Abrió una caja, sacó dos ejemplares
de la edición de El Viejo Topo, abrió la otra caja y sacó otros
dos ejemplares: cuatro números, LXXVII, XCII, CXI, CL
de Teoría
selecta de El Capital en Londres. Jordi –con ese tono de
sinceridad que sólo Pablo tiene, me dijo– buscas un libro que nos es tuyo, tal vez porque
no lo necesitas, y lo que ocurre es que deberías regalarlo o dejarlo escapar. Pablo no
da puntada sin hilo, este joven reviejo y docto sabe mucho y sabe bien. No le
contesté. Uno de los ejemplares estaba dedicado a Simone de Beauvoir,
otro a Almudena Grandes, dos de ellos estaban sin
dedicar. Creo –añadió Pablo con plena seguridad– el ejemplar que buscas podría estar en la
biblioteca que Juan Carlos Monedero tiene en Argüelles o en
la biblioteca que Óscar Fisterra tiene en el barrio de Las Ventas.
Óscar Fisterra, chófer de la ecocrítica
Las
Ventas es un barrio del distrito de Ciudad Lineal,
aquel ambicioso proyecto de Arturo Soria que
quedó a medio realizar. Las ciudades progresan o se estancan a través de sus
planes urbanísticos, diseñar la ciudad es diseñar el futuro de la gente. Óscar
Fisterra, el editor, me solicita que le sugiera una representación del
relato El Capital perdido, que me invente un símbolo como
ciertos símbolos que se encuentran en la guía Michelín. Un
gorro de cocinero: en el hotel hay un restaurante; una sombrilla: tiene acceso
a playa; una antena: dispone de televisión. Está bien, secundo el juego porque
me divierte. Yo pondría un camión de obra con la carga rebosante de dólares.
Creo que
este relato es una mercancía, una enorme mercancía transportada como es debido.
Capital transferido, mercancía rápida, cajas que mover y conectar, internet de
las cosas. Un crítico muy experto, Walter Benjamin, se
acordó de la mercancía de Baudelaire, y habló del sentido de
mercancía en el ámbito cultural, y de la mercancía devaluada y plus valorada. Baudelaire
publicó su ensayo Salón de 1845 sobre Delacroix y,
en concreto, sobre la influyente pintura La libertad guiando al
pueblo. Poco más tarde leyó el Manifiesto comunista, de Marx
y Engels, y
apoyó la revolución de 1848 desde las barricadas, que dio paso a la Segunda
República francesa. No sé si los remitentes de este relato son
negociadores de mercancía. Lo cierto –por lo menos eso parece– no son ajenos al
valor de la mercancía y el trabajo. La política, la religión, la ciencia y el
arte de cualquier época de la historia son –según Marx– una
consecuencia de sus métodos de producción y, en menor grado, de los de
distribución.
La casa de Óscar
Fisterra se encuentra en la misma calle Alcalá, en El
Carmen. Su biblioteca es un catálogo completo de distintas editoriales: Visor,
Hiperión, Lumen, Akal, Seix Barral… Encontré la edición de El
Capital, que tradujo Manuel Sacristán para
la Editorial
Grijalbo, publicada a la par en Barcelona, Buenos Aires y México. Era
idéntica a la mía: papel offset editorial, composición en tipos Garamond y
Simoncini, cuatro volúmenes de cuatrocientas páginas cada uno. Marx trabajó en
su proyecto científico, con numerosas interrupciones, durante veinticuatro
años. Trabajó como un editor, un novelista, un filósofo de largo recorrido.
Óscar
Fisterra me preguntó si iba yo a incluir a alguno de mis heterónimos en el
relato, o si iba a incluir personalidades reales. No me busques a mí –le
contesté– en esta historia. Apuntaba Pessoa que el escritor
desaparece en cuanto su relato existe. Se entra en el especio literario, y todo
es blanco, todo es posible. Si lo prefieres –añadí– he escrito una autoficción,
¿me permites esta expresión? Pues bien, como casi todos mis relatos, he escrito
autoficción heterónima. Blanca Andreu y Juan
Carlos Mestre –puntuó Óscar– me han dicho que puedes mencionarlos en
el relato, a los demás habrá que pedírselo. Creo que es una tarea, un capital,
que hay que ganarse.
Todos somos
mercancía, el trabajo, la venta de nuestro trabajo es mercancía. La Plusvalía
es el valor final menos el precio del trabajo. La mercancía y el trabajo son
materia, materia económica. Uno de los objetivos de las crisis cíclicas del
capitalismo es aumentar la Plusvalía y devaluar la fuerza de trabajo. El
comportamiento de Baudelaire en el mercado literario está influenciado por Marx y
las técnicas que este empleó en la Gaceta Renana. Baudelaire
comerció con sus ensayos, y adaptó ciertos procedimientos, como la difamación y
la contra difamación, que estaban destinados a aumentar el valor de su
mercancía literaria.
Óscar me
acompañó a uno de los salones de su casa, desde donde podía verse la plaza
Monumental de Las Ventas. Recordé aquel concierto mano a
mano que realizaron una noche de verano Silvio Rodriguez y Luís
Eduardo Aute. El capital quiere hacernos creer que somos lo que vendemos, pero
somos lo que regalamos –decía un verso de una de las canciones esa
precisa noche. Óscar me mostró un ejemplar del libro que estaba buscando: Teoría
selecta de El Capital en Londres. Llevaba el número LXXIV en
lomo impreso. Lo abrí y leí la dedicatoria: para Ada Colau, por
su decidido activismo cívico. Creo –indicó con cierta ironía Óscar
Fisterra– que el ejemplar que buscas ha pasado por muchas manos y no sé si
volverá a las tuyas. A mí me interesa más que escribas sobre él, y no te
centres tanto en encontrarlo.
Argüelles y el 15M
Argüelles es
un barrio mítico, ahí se ambientan novelas como El cielo de Madrid, de
Julio Llamazares, Modelos de mujer, de Almudena
Grandes, o El socialista sentimental, de Paco Umbral. Yo
me casé en la notaría del paseo Rosales, mi esposa llevaba un vestido tono
coral intenso, nunca olvidaré esa imagen por el parque del Oeste. En Argüelles
están la librería Naos, Ocho y medio y la librería Alberti, los
cines Golem o los Renoir y un par de salas de excelente jazz. A Umbral los
años le pesaron como a Antonio Escohotado, harto de no recibir premios de
categoría, como el Príncipe de Asturias o el Nobel, o ganarse un sillón en
la Real
Academia de la Lengua, se fue volviendo reaccionario. A Juan Carlos Monedero
nunca le había gustado Paco Umbral, tal vez el ensayo/novela Mortal
y Rosa, poco más, prefería Manuel Vázquez Montalbán o Nicanor
Parra y su
anti poesía. Para leer literatura, mejor leer la buena –decía.
Juan
Carlos no solía aplicar el consejo de Maquiavelo:
conviene no irritar a tu enemigo. Prefería aplicar un segundo consejo: procura
que tu enemigo nunca tenga razón. La temperatura de las redes sociales y los
medios de comunicación más reaccionarios, tienden a corromper el agua y a
convertir la opinión en cloaca. No ya el conocimiento, sino el derecho cívico a
la opinión, se humillan en un torrente de calumnias, mentiras programadas,
insultos, realidades virtuales y desprecios. El orgullo del analfabeto se funde
en las cloacas con la mala educación, felices de reír las gracias y apurar en
manada el mal olor de las alcantarillas. Las calumnias acerca del inminente
peligro del 15M y sus integrantes han formado montañas de basura, excremento
mediático. En nuestras sociedades colmadas audiovisualmente, han desaparecido
los marcadores de certezas. Cuando teníamos las respuestas –subraya Juan
Carlos– nos cambiaron las preguntas.
A la casa
de la calle Tutor fuimos invitados Óscar Fisterra, Luís
García Montero y yo. La excusa era celebrar la presentación del libro Dormíamos
y despertamos. El 15M y la reinvención de la democracia. El ecologismo, el
feminismo, la crítica a cualquier poder, el pacifismo, la defensa de LGTBI, el
decolonialismo son demandas de la sociedad actual, que hay que dar respuesta.
La sociedad que tenemos hoy en gran parte se ha conseguido gracias a las luchas
obreras o feministas. El 15M ha sido un brote de energía sana y de progreso.
Marx fue
un hombre de una cultura internacional extraordinaria, un cosmopolita. Sus
conocimientos en distintas lenguas comprendían la economía mundial, la
historia, la filosofía, el arte, la literatura o las matemáticas. La
acentuación de cualquiera de estos aspectos a expensas de los otros, da una
idea falsa y desequilibrada del pensamiento y la obra de Marx. Los capítulos
dedicados en El Capital a las clases improductivas, los
impuestos, la deuda pública, el crédito, la población, las colonias, la
emigración, son expuestos desde un eje científico. El materialismo y su
conexión con la historia humana, lo que hoy se llama “instrumentalista”, es un
devenir, una evolución continua que se estudia y se modifica científicamente.
Frente a la ciencia social los neoliberalistas o neocon, los partidarios del
economicismo o determinismo económico, lo que hoy se llama “no hay otra opción”
nunca han podido elevar sus argumentos, y se han dedicado a ejercer su fuerza
represora y reaccionaria.
La
biblioteca ocupa toda la casa de Juan Carlos. Está hecha en aluminio y
chapa, como la biblioteca de la facultad de Medicina de la
Complutense de Madrid. Los libros dedicados a la política y economía
iberoamericana se extienden por los pasillos y distintas salas. Encontré los
trabajos completos de Boaventura de Sousa Santos, de Noam Chomsky, Francisco
Fernández Buey o Manuel Sacristán. Apilados en horizontal tenía dos
ejemplares de Teoría selecta de El Capital en Londres, editados por El
Viejo Topo. Los dos ejemplares estaban muy ajados, deteriorados por el uso y
la lectura. Uno tenía grabado el número LXIX al lomo y estaba dedicado
a Rafael
Alberti, el otro había perdido las tapas, pero en su interior indicaba el
número IX y la dedicatoria era para Eduardo Galeano. Como
ves –indicó Juan Carlos– no se encuentra el tuyo, que
puede que nunca fuera tuyo y que estuviera destinado a pasar de mano en mano.
¿Qué vas a hacer ahora, Jordi?
Aún me resisto a no encontrar El Capital perdido. Me
han informado que, en la biblioteca de la antigua casa que Manuel
Vázquez Montalbán tenía en El Raval de Barcelona, se encuentran, al menos, dos
ejemplares. También hay uno, me aseguran, en la Rue Danton del Quartier
Latin de París, en
la casa donde habitó una vez Ernest Hemingway y donde luego más tarde se
instaló Jorge Semprún. Y me consta que hay un ejemplar
depositado en la casa museo de León Trotsky en Coyoacán,
México. Aún guardo esperanzas –puedo confirmar que jamás las he perdido–
de hallar mi ejemplar de El Capital dedicado.