Procuro no caer en la exageración para no perjudicar mi emoción, y
no lamentarme más tarde, cuando la noche llega y siento un amor infinito.
Jordi Lahispaniola
Asistente de artistas... ahorita mismo descansando
Veranos de la Villa
Madrid. No
hay manera de insertarse en la ciudad siendo sólo poeta, además hay que ser
alguna otra cosa. Lo ideal es que esa otra cosa de para vivir. Porque ser poeta
no da para mucho. La imagen romántica: un ser trascendido con profesión de fe,
que transmite un mensaje sublime, ha cambiado. Hoy hay que hacer cola en la
parada del autobús, en la panadería o en el banco, y todo aquello queda
desproporcionado.
Antes la sintonía Zapatero hacía
bailar a Elisa y la onda Carmen Chacón —neoministra
de Vivienda— le daba ganas de soltar discursos a la hora del Telediario. Pero las cosas estaban cambiando:
— ... porque era de las nuestras,
moderna, de barrio y con estilo propio y creo que vivió en London, pero ahora
va de enterada y siempre de traje-chaqueta y lino, muy barcelonina, a lo catalana
rancia… mi jefe tapeó con ella por El Raval, y dice que es muy mal hablada y
se puso tibia a berberechos y gambas.
— Si, a mi también
me gustaba su melena y esos ojos enormes de enorme sinceridad, ¿sabes si antes
llevaba gafitas?
A mi no me gustaba llevarle la
contraria a Elisa en cuestión de estilo, ella siempre ganaba, y menos cuando
hablaba de su jefe, Consejero de la Esperanza, de la nuevaespaña y divorciado.
El fantástico hombre corazón bala
La inteligencia consiste en salir por un
agujerito en el momento que no hay salida, como la mosca encerrada en el tarro
de cristal de Wittgenstein. Pero
mi oficio o mi tarro de cristal son distintos: mi corazón sale disparado por la
boca de un cañón y cada noche se sucede el espectáculo. Soy el fantástico
hombre corazón bala. La inteligencia, en esta situación, podría ser más bien lo
contrario: dejar de huir del tarro de cristal.
Puedo
resumir la historia de mi vida en quinientas una detonaciones y, aún, me
sobrarían quinientas noches de explosiones y saltos al vacío. La última traca del
corazón siempre vuela más alto, da más luz y es la más bella de todas.
No
está bien que yo diga aquí el profundo dolor y la auténtica desesperación que
cada noche sufro. Eso queda para el espectáculo, para las lágrimas de la
princesa azul y para el aplauso del público. Pero si diré que tengo la
sensación de ir descalzo sobre las ascuas de un bosque incendiado, por eso
corro mucho y vuelo alto, quiero verlo todo desde arriba, romperme en mil
pedazos y brillar con una luz roja y azul.
Elías Deià y su primer cumpleaños
Tal vez porque tenía unos cuantos sueños encima se dio cuenta de
que podía ser poeta porque llevaba en la boca un largo poema y lo cantaba y lo afinaba
y lo escribió. Fue el Verano de mil novecientos noventa, su primer libro apareció
en el dos mil tres, cuando estaba a punto de cumplir treinta años.
Cuando uno
escribe poesía nunca es libre y Elías Deià nunca se ha liberado ni en sus
temporadas de largo silencio poético ni en sus múltiples residencias en la
estación del Invierno ni en las cenizas de quién un día soñó ser.
Miguel Chamberí
Ayer se deshizo el embrujo de aquellas noches de leonas por la
Coruña o de dragones por Bilbao, ayer Miguel Chamberí perdió cinco o seis acentos
y unas cuantas lenguas, y ya no besa y ya no habla con tanto atrevimiento o con
tanta fluidez, hoy sólo quiere alzarse y componer por las terrazas y áticos de
Madrid e integrarse en un largo poema escénico y aparcar tanto viaje y
centrarse en una sola musa y, a ser posible, escribir poco y bueno durante un
par de años.
No sabe muy
bien si su espíritu está de pie o arrodillado, si su poesía vaticina la
victoria o la derrota, si se mueve entre la esperanza o la desesperación. No lo
sabe aún y menos podría confesarlo. El
vio morir al último pirata del Manzanares y sintió su grito agónico que
anunciaba la muerte de la novela, pero aún quedan cosas por decir y –Miguel Chamberí se repite a sí mismo– está dispuesto a contarlas.
Elías Deià amanece, que no es poco
Ayer Elías Deià hizo de hombre invisible... desapareció bajo un
litro de ginebra.
Una noche más
no ha podido olvidar la medida de la musa azul, sus lindas proporciones clásicas o
su voz rasgada.
Hoy tiene otro
día más para no entregarse del todo a nada, para no tener más vida que la
escrita, para acabar siendo un personaje de mí mismo.
Elías se
entristece de ser un artista golfemio, de esos que acaban aburriendo a sus
mujeres o a sus musas. Hoy su poesía se la trae un poco floja, lee detrás de su
máscara quemada y su otro yo acumula silencio, ausencia y vértigo.
Miss Azul
a ciertas horas –por
ejemplo, esta noche recién salidito del baño– tu desnudo es ausencia, musa
azul o photo tuit
y –más o
menos– paseas ligera y con unas ganas enormes –tú lo sabes, las
cámaras lo saben, la gran red lo sabe– y te muestras así de cerca y no
quieres irte y por fin eres real
has venido a escuchar tu nombre seguido de un te quiero y para siempre, y lo
escuchas una y otra vez y –también sin pausa– tú dices el mío y lo cantas
noches
–como esta– sueña uno con la noche azul y tu andas ligera y
levitas y te dejas fotografiar
noches
–como esta, digo– tienes forma de lira, de azul nocturno y photo
tuit, con toda la posibilidad latente del petit instante que se hace grande
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