Claudio deseaba ganarse la vida produciendo ediciones artísticas y teatrales en Santiago, Buenos Aires o Roma, pero aquello estaba en el aire. Un aire libertario muy mal sano. Las ilustraciones son colorín, pingajo y hambre. Ahora vive en el lumpen artístico de la CNT, en los soportales del Obradoiro, en el camino estrellado del santo compostelano.
— No hay otra buena conciencia que el dinero, ¡el mucho dinero! Yo tengo poco dinero y por eso no disfruto de una conciencia tranquila, ¿quiere comprar una acuarela del Botafumeiro modernista, caballero?
— ¿Es usted artista?
— Tengo una profesión sin jefe.
— El turboconsumo nos satura. Yo con mi celular he sacado el pebetero santo, casi tan feo como el suyo, pero como tengo montañas de euros dormiré tranquilo.