Jordi Lahispaniola


Asistente de artistas... ahorita mismo descansando


Ociosos coruñeses III

               Rubén, el poeta, considerado desde niño un desequilibrado mental  —a los seis años escribe, se pregunta, lo que significa existir y lo que la vida puede representar—, ensaya experiencias peligrosas, recurre a las drogas, lo que unido a las propias crisis nerviosas determina que su familia le interne en un centro psiquiátrico entre 1998 y 2006, año que sus amigos consiguen que recupere la libertad.
                El estudiante cruza la ría, llega a Santa Cruz de Oleiros y entra en la casa del poeta. Todo el ambiente es sucio. Hay licores de todas clases, humo, pelo de gato, un piano sin patas y grandes pilares de libros. El estudiante, extasiado frente al desorden de las letras, pregunta:
                — ¿Hace uno la poesía que ha vivido, visto, admirado, plagiado y asimilado?
                — En puridad, no ha querido uno casi nada, sino soltar la cabra y verla correr y ramonear por la selva con su cabeza de divinidad griega y corrompida, pero hermosísima. Así he preferido yo mi poesía: cabra loca.
                — ¿Y el sexo, como ha influido en su obra?
  
              — Antes por un tirito de coca tenías un chapero, un chico majo y amable que te acompañaba al lavabo, y un caballo era un encule, pero ahora quieren dinero, tú ya sabes, quieren plata para gastar con sus novias, pero uno no se retira, sigue dándole como un banquero del vicio crédito a sus folladas, aún a costa de no lograr la inspiración de ninguna de las formas. Comenzar poeta y acabar proxeneta no es una buena rima.
                — ¿Existen diferentes maneras de escribir?, ¿unas enajenadas o fantasiosas y otras más científicas o reales?
                — Existen tres maneras de escribir: de rodillas, de pie y en el aire. La primera la inventó Homero cuando alzó a héroes y dioses por encima de los hombres; la segunda la practicó Quevedo poniendo el drama de los hombres frente a frente; y la tercera se conjugó en Valle-Inclán al prender “La lámpara maravillosa”. Como cuando decimos que un beso es rico en vitaminas o una moneda de oro tirada a la fuente transmite mi deseo. La formulación poética va años luz por delante de las leyes físicas.